SUSURROS DEL DUENDE. NÚMERO LIII

 Ya que la vida es tan dura y angosta y no puedo pedirle grandes cosas, deseo que al menos una vez al día me regale unas cuantas gotas placenteras. Y el resto que lo deje inmutable, como siempre. Ya estoy bien acostumbrado a la desfachatez de casi todas sus horas.

El ayer está ausente. El hoy está presente. Aprovéchalo. porque también se ausentará mañana.

SUSURROS DEL DUENDE. NÚMERO LII

Hoy me sentaré un rato a ver pasar la vida. Si no me apresuro a hacerlo, puede que mis poros pierdan la oportunidad de disfrutar de ese momento que, por vivir, nunca llegamos a experimentar.

Tal vez soportaría que alguien me odiase. El malestar mayor sería experimentar el desprecio por parte de cualquiera.

Por supuesto que la fe no mueve montañas. Solamente nos conduce a la paranoia de creer que puede hacerlo.

SUSURROS DEL DUENDE. NÚMERO LI

¿Qué idea tan hermosa se esconde en mi cerebro que, aunque intento extraerla, se aferra a las paredes insondables de mi pensamiento?

La inocencia parece ser un don, una virtud sosegada y mágica que se va descomponiendo con el transcurso del tiempo. A mí, sin embargo, se me antoja que es una carga indeseable que nos convierte en títeres que caen siempre en manos desalmadas.

No te querré nunca por lo que aparentas, sino por lo que intuyo que hay detrás de tus bambalinas.

SUSURROS DEL DUENDE. NÚMERO L

Los mejores amigos son los que ya fueron, los que ya no están y no tienen la oportunidad de desengañarte.



Quisiera poseer la amistad de alguien que se atreviese a hacer por mí las mismas cosas que tengo guardadas en mi corazón.


Si tan difícil resulta tener amigos ciertos, ¡cuán despreciable resulta ser el género humano!

SUSURROS DEL DUENDE. NÚMERO XLIX

La gran virtud el amor es que resulta inmune a cualquier cataclismo. Pase lo que pase seguirá siendo amor.

¡Qué encantador es el beso cuando se abrazan dos corazones!

Un carpintero es capaz de hacer con madera cualquier cosa que desee, menos un árbol.

¿Qué le importa poseer "nada" a quien le queda una bolsa repleta de ilusiones?

El amor es la expresión más egoísta y generosa del ser humano.

SUSURROS DEL DUENDE. NÚMERO XLVIII

Sin el auxilio de la lluvia y la contribución constante de los ríos, a una gota por año se extinguiría el agua de todos los océanos. Esta podría haber sido una teoría acertada si el Sol y la Tierra no tuviesen de antemano los días contados.

¿Ves el valle antes mustio y ahora todo de un verde esplendoroso? Se ha pasado casi un mes pintándolo la primavera.

Si eres humilde evitarás que nadie te mire desde abajo. Esa perspectiva siempre la tendrás cubierta.

SUSURROS DEL DUENDE. NÚMERO XLVII

La alegría puede ser una diáfana sonrisa de la mente. La tristeza es el sabor a almendra amarga que paladea el corazón.

La felicidad se comporta como una abeja diligente que liba un leve instante en cada flor.

SUSURROS DEL DUENDE. NÚMERO XLVI

Oí tus pasos, la puerta y el agónico silencio que dejaste. No vuelvas nunca, amor. Has dejado un vacío tan inmenso que ni siquiera tu propia presencia podría volver a llenarlo.

Si consigo que el mal no entre por mi puerta, ni por la ventana o la chimenea, puede ser que ya esté dentro. Si fuese así, trataré de echarlo fuera nuevamente con una infalible artimaña: "la bondad ha salido a hurtadillas por la puerta trasera", susurraré. Luego, cuando éste haya mordido el anzuelo, aquella saldrá de su escondite y volveré a cerrarlo todo nuevamente.

Nada me produce mayor sensación de soledad que la atención y la mirada de una persona indolente.

SUSURROS DEL DUENDE. NÚMERO XLV

El honor no es un atributo necesario para las personas que tengan débiles o anchas las espaldas. Es imprescindible, sin embargo, para quienes tienen el privilegio de poder subirse a ellas.


Muchas veces es obligado huir por algo y nadie podría cuestionarnos esa conducta. Solo debemos abstenernos de hacerlo cuando se trata de afrontar nuestras responsabilidades.


Si no te hubiese visto y conocido, habrías estado toda la vida merodeando por los alrededores de mi presentimiento.

SUSURROS DEL DUENDE. NÚMERO XLIV

Es imposible ser rico y generoso a la vez.


A los grandes genios militares de la historia no solo se les recuerda por sus victorias; también por las ocasiones en que fueron vencidos.


El mar es el camino del deseo. La vela y el viento, la determinación por hacerlo realidad.

SUSURROS DEL DUENDE. NÚMERO XLIII

"Hoy voy a ser feliz", me digo cada día al levantarme. Luego, cuando abro la puerta de la calle, me doy de bruces con la vida.

Una tarde de invierno vi un pájaro en una rama que piaba tiritando de frío. La gente que pasaba cerca le observaba con dulzura, admirando tan solo la armonía de sus trinos.

SUSURROS DEL DUENDE. NÚMERO XLII

El mar no se pierde en el horizonte. Es la mirada que, desde siempre tímida y poco aventurada, percibe un ancestral miedo a traspasarlo.

La pasión se parece mucho al amor, solo que cabalga a lomos de un caballo desbocado.

No quisiera el caballo, para devolver los golpes recibidos una fusta, porque no tiene manos con las que gobernarla.

Temo al mar tanto como lo admiro. Por eso me paso días enteros recreándome en su belleza, lejos de su oleaje.

SUSURROS DEL DUENDE. NÚMERO XLI

El vino se consigue a través de un cuidado tratamiento del mosto de la uva. Sin embargo, hay gentes que buscan tanto ser originales en algo, que incluso por lograrlo, estarían dispuestos a intentar hace vino con fresas.

Ten siempre en el recuerdo el bien recibido. No desprenderte del recuerdo equivale a no perder el bien.

SUSURROS DEL DUENDE. NÚMERO XL

El hombre puede pasarse una eternidad liberado de cualquier ejercicio de pensamiento y el mundo seguirá siendo el mismo, ajeno por completo a esa ausencia. Pero un leve instante sustraído de sus divagaciones apagaría alguna de las luces que lleva prendidas en su interior.

No existe nadie capaz de ver cumplidas todas sus ilusiones. Por muchas que consiga, siempre se le quedará alguna que otra en el camino.

SUSURROS DEL DUENDE. NÚMERO XXXIX

Aún teniéndolo, ignoras la intensidad de mi amor. 

Sabes que te quise ayer, que te quise hoy, pero no eres capaz de saber que aún te quise mañana.

Tu indiferencia hace que sienta tu aliento como copos de nieve cayendo delante de las ventanas de mi alma.

SUSURROS DEL DUENDE. NÚMERO XXXVIII

Cerrar los ojos es permitir que se enciendan todos los inmensos salones del alma. El pensamiento percibe entonces una música enternecedora y los brillantes pisos de pulido mármol reflejan en ellos por doquier una figura de danzarina.

No es más pobre el que menos posee, sino aquel al quien le falta un trozo de alma.

SUSURROS DEL DUENDE. NÚMERO XXXVII

La fantasía la llevamos todos a flor de piel, aunque pocos son los que agitan el cuerpo para ocuparse de coger al vuelo algunas chispas antes de que vuelvan a posarse.

Sentirse libre es como percibir que se tienen alas en la voluntad.

El ciego no ve, el iluso sí. Pero el segundo percibe muchas menos cosas ciertas que el primero.

SUSURROS DEL DUENDE. NÚMERO XXXVI

El placer se percibe fácilmente a través de todos los sentidos e, incluso con mayor intensidad, adormecido en las estancias del pensamiento.

Las teclas del piano son tan discretas, que han de ser unos dedos los que delaten su extraordinaria capacidad para el prodigio.

La esperanza es un recurso que en alguna ocasión puede surtir efecto.

SUSURROS DEL DUENDE. NÚMERO XXXV

He plantado un árbol en un lugar sosegado de mi entorno.

  Cuando yo muera, quiero que mis cenizas reposen junto a sus raíces, para subir con la savia hasta su copa y formar parte de sus hojas, de sus flores, de sus frutos...

¿Te aburres? Entonces hoy podría ser un día adecuado para idear cualquier cosa jamás pensada por la humanidad...

SUSURROS DEL DUENDE. NÚMERO XXXIV

¡Qué incautas las luces de la noche, intentando apagar la luz de las estrellas!



Las noches no son cortas o largas por culpa del insomnio; la razón hay que buscarla en el alma que te acompañe en ese paseo que acaba al amanecer.



La noche me deprime. Y me angustia saber que mañana tiene pensado volver a hacer acto de presencia.

SUSURROS DEL DUENDE. NÚMERO XXXIII

El beso de amor podría describirse como una apasionada confusión en la confluencia de dos manantiales.

En la dulzura del beso tiene parte de la culpa la cercanía de los ojos.

SUSURROS DEL DUENDE. NÚMERO XXXII

El pudor no permite a casi nadie ir desnudo por la vida.

Por esa misma causa también son muy pocos los que se atreven a  decir todo lo que piensan.

Soñé una vez que llovían flores y, aun así, no todo el mundo cerraba sus paraguas.

SUSURROS DEL DUENDE. NÚMERO XXXI

¡Ay, si el corazón alguna vez hubiese advertido lo que hemos sido capaces de pensar! 
La vergüenza  le hubiese obligado a dejar de latir en ese mismo instante.


¡Cuánto me gusta la bruma de la tarde!
¡Qué inaudita experiencia verte venir a mí entre ella, antes de que acabe por difuminarse!


No sé lo que voy a hacer mañana. Si lo supiera, tal vez no lo haría.

SUSURROS DEL DUENDE. NÚMERO XXX

El bien y el mal, como la luz y la sombra, no pueden existir el uno sin el otro. Sobre todo el primero tiene una enorme dependencia del segundo, para que puedan ser discernidas sus misericordiosas actitudes.

Desafiáronse jilguero y ruiseñor por ver cuál de los dos mejor cantaba... y terminaron el pulso a picotazos.

SUSURROS DEL DUENDE. NÚMERO XXIX

Hoy he comenzado a atisbar un soplo de felicidad. 
He encontrado una brizna de amor en un páramo de sentimientos desolados. No es mucho, pero me ha dado ilusión y me muestra el camino.

Ven, amor mío. 

Dame tu mano y te llevaré por el camino que tú me quieras llevar.

SUSURROS DEL DUENDE. NÚMERO XXVIII

La alegría y la felicidad tienen un enorme parecido. Pero se diferencian con nitidez en que la primera puede conformarse con durar un rato y la segunda ambiciona toda la vida.


Las transparencias manifiestan un halagador embrujo que se difumina con la desnudez.

SUSURROS DEL DUENDE. NÚMERO XXVII

¡Ya basta de dormir y soñar!

Quisiera despertarme para siempre y seguir soñando.

Las lágrimas son como los cristales del alma derretidos por las emociones.

SUSURROS DEL DUENDE. NÚMERO XXVI

¡Cuán insoportable llega a ser un estrépito de silencios!

Oigo tu voz ya un poco lejos.

Sé que alguna vez dejaré de escucharla para siempre.

De hecho ya percibo las voces de otras, confusas y distantes

¿Qué pasará cuando sean tan reales como lo fue la tuya?

Los cantos de sirena son suaves brisas que inadvertidamente terminan apagando un corazón encendido.