Poemas canarios


PEDRO LEZCANO MONTALVO

Madrid, 1920
Las Palmas de Gran Canaria, 2002




CONFORMIDAD 

Yo declaro mi amor a lo que muere.
Siendo fugaz, no puedo amar lo eterno.
Amar lo eterno sólo es despedirse,
desesperadamente pasajero.
 
Muere la rosa cuando no es de cera.
Yo llamo hermano a lo que está muriendo.
Contento voy con el que va conmigo,
aunque muy pobre sea el compañero.
 
Se nos ha muerto el hijo de la infancia
del que no somos sino vivo féretro,
un hijo extraño que a la vez fue padre
de lo que somos y lo que seremos.
 
Muere la rosa cuando no es de cera.
Yo fui silencio y volveré al silencio.
Pero por un instante lo habré roto
con una imprecación o con un beso.

Hasta el poema callará conmigo,
aunque algún eco dejará en el viento.
  Muere la rosa cuando no es de cera.
De mí tan sólo quedarán los huesos,

lo más infame si lo más perenne,
pobres despojos del festín del tiempo.

Si no tan bello como el de la rosa,
polvo seremos -aunque polvo en vuelo,
como el del ala de la mariposa. 




A RICARDO LEZCANO

Llegamos, hermano, a las arenas
del alto mar para partir en breve.
Pero al amor la tierra será leve,
y nuestras frentes al amor almenas.

La muerte dos a dos es muerte apenas,
aunque la flor de la amistad se lleve.
Nos dirá adiós e incendiará la nieve
el radiograma azul de nuestras venas.

Nuestros cuerpos harán la misma duna
sobre la playa y a la misma suerte
en una misma muerte nos iremos.

Sumados por la cruz seremos una
unidad como en vida y tocaremos
a media sombra, hermano, a media muerte.




La maleta

Yo tengo preparada la maleta,
una maleta grande de madera,
la que mi abuelo se llevó a la Habana,
mi padre a Venezuela.
La tengo preparada: cuatro fotos,
una escudilla blanca, una batea,
un libro de Galdós y una camisa casi nueva,
la tengo ya cerrada y, rodeándola,
un hilo de pitera,
ha servido de todo: como banco
de viajar en cubierta,
como mesa y, si me apuran mucho,
como ataúd me han de enterrar en ella.

Yo no sé donde voy a echar raíces,
ya las eché en la aldea,
dejé el arado y el cuchillo grande,
las cuatro fanegadas de mi vieja,
¡La hostelería es buena! – me dijeron,
y cogí la bandeja,
“si señor, no señor, lo que usted mande,
servida está la mesa”...
yo por vivir entre los míos
hago lo que sea.

Vi a las mujeres pálidas del norte
arrebatarse como hogueras,
y llevarse las caras como platos
de mojo con morena,
tanto que aquí no dejan ni rubor
para tener vergüenza.
Vi vender nuestras costas en negocios
que no hay quien los entienda:
vendía un alemán, compraba un sueco
¡y lo que se vendía era mi tierra!

Pero no importa, me quedé plantado,
aquí nací, de aquí nadie me echa,
hasta que el otro día lo he sabido,
y he vuelto a hacer de nuevo la maleta,
he sabido que pronto vendrán de afuera,
técnicos de alambrar los horizontes,
de encadenar la arena,
de hacer nidos de muerte en nuestras fincas,
de emponzoñar el aire y la marea,
de cambiar nuestros timples por tambores,
las isas por arengas,
las palabras de amor por ultimátums,
por tumbas las acequias...
Si se instalan los técnicos del odio
sobre nuestras laderas,
los niños africanos, desvelados
bajo la lona de sus tiendas,
mirarán con horror las siete islas,
no como siete estrellas,
sino como las siete plagas bíblicas,
las siete calaveras
desde donde su muerte y nuestra muerte
indefectiblemente se proyectan.

Yo por mi parte cojo la maleta
que el viejo se llevó a las Américas
en un barquillo de dos proas
¡qué valientes barquillas atuneras!
tienen dos proas, una a cada lado,
para que nunca retrocedan,
vayan donde vayan siempre avanzan,
¿quién dijo popa? ¡avante a toda vela!

... y yo, ¿voy a marcharme acaso reculando?
¿voy a dejar que crezca
sobre la tierra mía
toda la mala hierba?
¿voy a volver la espalda
al forastero que vendrá con sus máquinas de guerra
a ensuciar de herrumbre las auroras,
de miedo las conciencias?

Pensándolo mejor voy a sacar
de mi vieja maleta el libro, la batea...
voy a pintar y a barnizar de nuevo
su gastada madera,
voy a quitarle el hilo y a ponerle
la cerradura nueva
y con ella vacía me acercaré a la Isleta,
y al primer forastero de la muerte,
que llegue a pisar tierra
se la regalo para siempre suya,
y que la use y nunca la devuelva
¡no quiero más maletas en la historia
de la insular miseria!

Ellos, ellos, ellos,
que cojan la maleta,
los invasores de la paz canaria,
que cojan la maleta,
los que venden la tierra que no es suya,
los que ponen la muerte en el futuro,
que cojan la maleta,
los que ponen cemento en el futuro,
que cojan la maleta,
que cojan la maleta,
que cojan para siempre la maleta.




...........................



  LUIS NATERA MAYOR  

Las Palmas de Gran Canaria

(1950 - 2013)



Canario cántico



Lo he visto despuntar como un latido,

como una flecha lenta que se eleva

desde el arco tensado y se renueva

tramo a tramo afirmando su sentido.



Lo he visto alzarse desde el mar dormido

y atravesar el aire limpiamente,

lo he visto frágil contra la corriente

que quiso verlo manso y abatido.



No pudo el sol beber su sangre ardiente

ni la noche convertirlo en cautivo.

No hubo jaula de oro suficiente



para cercar su vuelo persuasivo

ni habrá nube, ni sombra, ni poniente

que haga callar su cántico exclusivo.



(Del poemario Canario cántico)



                                                                  Canaria



Agua en el pedernal,

sangre incolora del roquedo

besando el musgo.



Agua en el corazón del bosque

señalando el laurel,

humedeciendo el aire

–triste en las medianías,

gris en la arena–.



Agua en el cántaro bruñido

y en el negro pañuelo

de la aguadora recia.



Agua raudal arriba

en este buen enero

de la isla,

y abajo el mar,

el mar,

el mar



–agua salada

que reirá la última–.



(Del poemario Canario cántico)



 
Ancianos



Los ancianos se entristecen

esperando.

Sentados en los parques nada dicen

–hablan sólo sus gestos–.

Abrigan a los niños

y no duermen casi

porque temen a los sueños.

Prefieren ocupar espacios mínimos

aptos para sus ojos.

No preguntan ni saben

porque se quieren poco

y esperan sin ansiedad

como los perros buenos,

esperan como los cirios

que los revista la esperma,

que los desnude el cielo,

que los apague el hijo.

Se parecen muchísimo al vilano

que se siente caer fuera del tiempo,

que se reza a sí mismo

y se despide del aire,

esperando sin odio tocar tierra.



Los ancianos no ven

sino que esperan con tristeza.



(Del poemario El lugar del náufrago, en «Náufrago, muerto»)




Violines: ausencia



Lejos del mar me siento

sin tu brisa en el rostro,

sin la gloria salada de tu cuerpo

abriéndome los ojos

a la espuma del mundo.



Lejos de ti me pierdo en la hojarasca

del otoño más triste

y me busco en las alas del silencio

para huir del hastío.

Lejos de ti no hay lunas

coronando la noche,



Se estremece la sombra en la distancia

y azota el corazón

un látigo de frío.

Lejos de ti dominan otras horas

el murmullo del tiempo,

otros relojes toman el pulso de la arena

y son otros violines

los que suenan por dentro.



(Del poemario Únicamente el alba)

Material de construcción



Nos iremos sin luz hasta las islas

donde duermen los náufragos.

Tal vez allí la lágrima se encienda

y resuciten los diluvios

de los primeros tiempos.



Tal vez podamos empezar de nuevo

a construir la casa.

Nos queda material para la obra:

barro seco de años y argamasa,

cuatro bloques intactos de granito,

los restos de un andamio

y una pila de sombras sin pulir.



(Del poemario Memoria del dolor)



Si la oración pudiera



Si pudiera decir que tú me vives

con la misma verdad

que me duele el albatros...



Si cerraran mis manos ambas puertas

con ademán austero

y, en lo hondo del templo, luego ardieran

ofreciendo su amor

como se ofrece un cuerpo a la alegría...



Si la oración no se arropara

en nombres sucesivos

de anchura limitada,

y fluyera sin término de mi canción

la gloria renacida

en nube, en mar, en rosa, en luz, en vuelo...



(Del poemario Puerto de Silencio)







RAFAEL ROMERO QUESADA

(ALONSO QUESADA)


Las Palmas de Gran Canaria 5.12.1885
Las Palmas de Gran Canaria 4.11.1925


                



Hermano mar, he vuelto... 

¡Tantos días de soledad en el hogar enfermo!
¡Qué lentitud la de las horas!

 Este reloj del comedor ¡tan viejo! 

Apenas andaba, y luego el vaso del remedio
sobre la mesa sin vaciarse nunca...
Y ante nosotros el ropero obscuro,
donde guardamos nuestra pobre veste,
era, a la media noche, como un trasgo
que aguardaba un instante decisivo...

¿Cómo estará mi mar?... 

Y tus rumores llegaron a mi lecho suplicantes,
y el infinito de tu azul sonoro tenaz me reclamó... 

¡Mas no podía, 

que el corazón andaba por senderos
remotos, en un viaje aventurado,
y tuve miedo, hermano mar, de hallarme
cerca de la llanura subterránea!...

Mas hoy ya torno sin las fuerzas viejas,

único amigo, a confortar mi alma:
tú sabes que yo soy un pobre niño
de muy poca salud, y es necesario
que me prestes la ayuda de tus vientos
para llenar mi corazón vacío...

Hermano mar: tú cuidarás mi vida,

tú me devolverás la salud buena
y pondrás en mis ojos la luz fuerte
para los horizontes y los llanos...
Tú me darás del sol las fuentes rojas
en estas horas matinales, cuando
el viejo padre nos ofrece todo...
Y yo tendré la sangre primitiva...







............






¡El puerto de Las Nieves, solitario y lejano,
junto a unas rocas negras!...
Hace ya muchas horas
que, en una extraordinaria narración, nuestros ojos
vieron delineadas estas montañas brujas....



Allá por nuestros años primeros de colegio,
¿no recordáis los imanados montes
a donde una galera arribó misteriosa
porque una mano extraña le desvió la ruta?



Este mar se ha dormido hace cien años...



¡Mira
que dentro de las rocas hay un encanto hecho!....
Un anillo... una flecha... ¡una palabra acaso!
hará surgir la ansiada princesa de Darío...
"¡que estaba triste de esperar!"




Estas cosas vulgares de todos los amigos
poetas, nuestra alma iba labrando triste.
Era al atardecer... ¡Con una nueva amada
marchaba el corazón entre los cuentos!






............



Por ver ojos azules, dueña mía, 

dictó mi encanto la Divina Hada: 

La seca humanidad que yo lucía 

en manso corderillo fue tornada. 

Así la pena fue; y en el lejano 
jardín de los Ensueños heme ahora 
sintiendo en mi vellón pasar la mano 
de la Princesa Azul, que es mi señora... 

¡Oh, encanto del dolor, suave y divino, 
como lo triste que del alma vino 
para volar al alma de la Amada...! 

¡Y sé que acabará el hechizo mío, 
de aquel manso mirar, si todo el brío 
de tus ojos me das en tu mirada!







............



DOMINGO RIVERO


Arucas, Gran Canaria 23.3.1852
Las Palmas G.C. 08.9.1929 








TÚNEL SOMBRÍO



Túnel, de mi dolor senda escondida:

te empecé a recorrer cuando era fuerte,

y viejo me aproximo a tu salida.

Lo andado entre tus sombras es mi vida,

y llegar a la luz será mi muerte.






............



VIVIENDO


Mi oficina da al mar. Desde la silla

donde hace treinta años que trabajo,

las olas siento en la cercana orilla

de las ventanas resonar debajo.



Y mientras se deshacen en espuma,

en la playa al batir, constantemente,

yo en mi triste labor muevo la pluma

y crecen las arrugas en mi frente.



A veces sobre el mar pasa una nave

que se pierde a lo lejos como un ave

que empuja el viento del destino esquivo...



Son emigrantes. ¿Volverán? ¡Quién sabe!

Cuando su lucha por la vida acabe,

yo trabajando seguiré si vivo.





............


Yo, a mi cuerpo



¿Por qué no te he de amar, cuerpo en que vivo?,

¿por qué con humildad no he de quererte,

si en ti fui niño, y joven y en ti arribo,

viejo, a las tristes playas de la muerte?



Tu pecho ha sollozado compasivo

por mí, en los rudos golpes de mi suerte;

ha jadeado con mi sed, y altivo

con mi ambición latió cuando era fuerte.



Y hoy te rindes, al fin, pobre materia

extenuada de angustia y de miseria.

¿Por qué no te he de amar? ¿Qué seré el día



que tú dejes de ser? ¡Profundo arcano!

Sólo sé que en tus hombros hice mía

mi cruz, mi parte en el dolor humano.





............



 TOMÁS MORALES


Moya (Gran Canaria) 10.10.1884
Las Palmas de G.C     15.08.1921 


 


De Tomás Morales, tres bellos sonetos de sus Poemas del Mar.


Es todo un viejo lobo: con sus grises pupilas,

las maneras calmosas y la tez bronceada.

Solemos vagar juntos en las tardes tranquilas;

yo le estimo, él me llama su joven camarada...



Está bien orgulloso de su pasado inquieto;

ama las noches tibias y los días de sol;

y entre otras grandes cosas dignas de su respeto,

es una, la más alta, ser súbdito español.



En tanto el mar se estrella contra las rocas duras,

él gusta referirme curiosas aventuras

de cuando fue soldado de la Marina Real;



de aquel famoso tiempo guarda como regalo

la invalidez honrosa de su pierna de palo

y su cruz pensionada del Mérito Naval...






............

Esta vieja fragata, ducha navegadora,

que luce en nuestro puerto su aparejo cansino

y, bajo el botalón, enristrando la prora,

policromado en roble, un caballo marino...



Esta vieja fragata portuguesa, en la rada

reposa su ventruda vejez de cachalote;

navegó tantos años y está tan averiada,

que es un puro milagro que se mantenga a flote...



Acaso -¡pobre nave!- recuerde en su porfía

la irreflexiva pompa con que un lejano día

zarpó del astillero, velívola y sonora;



y en este puerto extraño, de pesadumbres llena,

hoy, valetudinaria, sobre estribor se escora

buscando el tibio halago del sol en la carena...




............



Puerto de Gran Canaria sobre el sonoro Atlántico,

con sus faroles rojos en la noche calina,

y el disco de la luna sobre el azul romántico

rielando en la movible serenidad marina...



Silencio de los muelles en la paz bochornosa,

lento compás de remos en el confín perdido,

y el leve chapoteo del agua verdinosa

lamiendo los sillares del malecón dormido...



Fingen, en la penumbra, fosfóricos trenzados

las mortecinas luces de los barcos anclados,

brillando entre las ondas muertas de la bahía;



y de pronto, rasgando la calma, sosegado,

un cantar marinero, monótono y cansado,

vierte en la noche el dejo de su melancolía...







13 comentarios:

  1. A pesar de no ser muy blogero, da gusto entrar en éste, por ejemplo, y leer tres sonetos de Tomás Morales, o "El libro y el mar"... Gracias. Adolfo García.

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  2. Amigo Adolfo: te doy las gracias por entrar en mi blog y opinar. Veo que coincidimos en el gusto por Tomás Morales. Quiero ir poniendo en este apartado a todos nuestros insignes poetas. Un abrazo.

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  3. Canarias es tierra de grandes poetas...La mezcla de razas, el clima, el Atlántico, la insularidad o el sentimiento bravío de los Guanches...

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  4. Es de mucho agradecer que entre nuestros insignes poetas canarios hayas colocado a Luis Natera. Me parece que no te arrepentirás porque ha sido un gran acierto tuyo. Cierto es que también los cuadros que has asociado a sus poemas le dan más realce. ¡Qué lástima que no pueda ponerse muchísimo más...! Mil gracias por tanto a cambio de nada. Como considero a Natera un poeta del dolor (al margen de serlo del silencio y de la humildad), cuelgo en este comentario unos versos de su poemario «Memoria del dolor»: "Duele el mar en el pecho / con corrosivo ardor, / y las torres de vidrio se desploman / delante de las sombras"... Las personas grandes como tú, JJ, son quienes hacen genios a los Natera como Luis. Un abrazo. Adolfo García.

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  5. Amigo Adolfo: No conocí personalmente a Luis Natera, pero a través de sus poemas, recitados incluso por su exquisita voz y su sereno temple, he visto en él a un sobresaliente poeta y a una persona que transmitía pureza de sentimientos con enorme belleza en el lenguaje. Sé que el tiempo lo pondrá en su lugar de preferencia, pero, mientras tanto, es para mí un honor que una persona de su dimensión esté en mi blog. El regalo, sin saberlo, me lo ha hecho él a mí.
    Un abrazo.
    J.J.
    José Juan

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  6. De las publicaciones que he disfrutado en esta página deduzco que poetisas canarias, pocas o ningunas.

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  7. menudos poemas mas malos

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  8. No había leído nada de Tomás Morales y me ha gustado mucho. Soy una persona que me gusta escribir y estos sonetos son fabulosos, increíbles, siendo canario, aunque vivo en Barcelona hace cerca de 18 años, me inspiran y acercan a mi amada tierra.

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